El amuleto, cuentos del Himalaya.
- Silvia Bedmar
- 16 mar 2017
- 2 Min. de lectura

Era un hombre que siempre haba gozado de buena fortuna, pero su suerte cambio y comenzó a ser castigado por las adversidades de la vida. Fue su mentor y le dijo:
Venerable maestro, estoy realmente desesperado. Desde hace un tiempo todo me sale mal. Mi mujer ha enfermado, mis negocios funcionan mal y mi ánimo esta siempre abatido.
Así son las cosas – repuso con máxima ecuanimidad el maestro – las cosas vienen, las cosas se van. La ola asciende, la ola desciende. Una estación sigue a otra. Hay vicisitudes, sí. Vienen pero también se van.
No, no, no creo que sea cosa de los acontecimientos o del azar. Algún conjuro han realizado contra mí, te lo aseguro, respetado maestro.
El hombre estaba obsesionado, pensando que habían conjurado maléficamente contra él, y de ahí todos los acontecimientos le fueron desfavorables y adversos. El maestro por mucho que trato de razonarle, no pudo convencerle ¿Qué hacer entonces? Le dijo:
Menos mal que todavía tengo el amuleto que mi gran maestro de una remota gruta del Himalaya me dejo. Es infalible para todos estos casos:
¿estás seguro?
Nunca ha fallado. No hay conjuro que no sea neutralizado por su fuerza. Pero hay que llevarlo un mes atado al cuello y dedicarle una plegaria todos los días. Es un amuleto muy poderoso. No vayas a perderlo.
Se lo entrego al hombre y se lo colgó al cuello. Era una china de rio.
Esta bendecido por mi maestro y también su maestro lo bendijo y el maestro de su maestro.
No sabes cuánto te lo agradezco, gran ser.
El hombre se marchó aliviado. Todos los días hacía unas plegarias al amuleto. Su ánimo comenzó a reestablecerse; sus negocios empezaron a ir mejor y su mujer comenzó a recuperarse. Pasado un mes volvió ante el maestro le rindió pleitesía y le dijo:
¿Qué gran reliquia! Aquí la tienes señor, es muy valiosa.
¿tírala! – ordeno el maestro – es una simple piedra.
¿Por qué has hecho esto?
Porque estabas tan obsesionado que he tenido que utilizar tu imaginación constructiva para refrenar tu imaginación destructiva. Es como cuando un hombre sueña que le ataca un león, pero encuentra un revolver y lo mata; o sea, que con un revolver ilusorio ha matado un león ilusorio.
Y el maestro estallo a carcajadas.
Cuentos del Himalaya.
Recopilado por Ramiro A. Calle
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